miércoles, 8 de abril de 2009

Por eso mi logo es un pez...


Maldita sea la cocina submarina y todo lo que la acontezca. Enormes besugos al horno planean conquistarnos con sus magníficas miradas, doradas a la sal acechan en las lagunas sin fondo, rapes a la plancha tejen venganzas en las limosas profundidades... y a pesar de todo esto, no hay ni un solo día en que no deje de odiar al bacalao salvaje y a sus brillantes escamas...


El otro día un grito salir de la nevera:

"¡Cacho golfo, alcohólico de mierda, rata de cloaca!"

Era el berrido del bacalao al pil pil que tenía semi devorado en el frigorífico...

Déjate de juergas y mázate, dedícate a plantar margaritas, pero sobretodo -ZA-TE!"

El guiso de pescado no paraba de chillar por sus branquias. Yo por supuesto que le ignore, pero el muy cabrón seguía vociferando...

"¿Y ese POLVO blanco que te METES por la NARIZ es tan blanco como el dulce LÍQUIDO que ESCUPEN las POLLAS dentro de tu CULO? ¿Te gusta tanto el color BLANCO como para metértelo por el CULO y por el CEREBRO?"

El salmonete es majete, el emperador es muy digno y las gulas muy folclóricas; pero el bacalao es el ser más indeseable con el que os podáis encontrar. Estos peces son géminis, tienen dos caras, y tras sus escamas se encuentra una criatura tan vacía como la cuenca derecha de Adam von Neipper...

"Los bastardos franceses me sacaron un ojo pero no el cerebro"

Ya sé como terminan los destierros del bacalao en la heladera. El hijo de la grandísima puta se dedica a hacer un motín con la pizza americana sospechosamente congelada, los guisantes del gigante verde de vete a saber donde y los helados belgas. Algo ridículo se transforma en un conflicto internacional...

Así que lo mejor, como si uno se cosiera los párpados con hilo dental (el cretino de Adam von Neipper solo podría coserse uno), es cerrar la nevera despacito mirando hacia otro lado, siempre esperando que el tiempo consiga callar los alaridos de la entidad escamada. Eso si, llenándola de úlceras, hongos y otras atrocidades...

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